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—¿A dónde vas? —escucha la voz de uno de los integrantes de la mesa.
La joven se voltea rápidamente, mirándolo a través de sus lentes al chico de cabello rizado que hace un momento le había arrebatado las bebidas. Y que ahora la ve con una mirada llena de lujuria. —¿Disculpe? —agrega la chica confundida. A la vez, un miedo recorre su cuerpo al sentir esa mirada tan pesada sobre ella. —No te he dicho que te vayas, mejor quédate aquí a hacerme compañía —expresa—. Eres muy linda y quiero que me hagas compañía —ordena. Mientras se muerde el labio. —Yo no estoy disponible —se defiende la joven al ver esas miradas lujuriosas. Y es que sabe que vive en este burdel, pero no significa que ella sea una mujer sexoservidora. —Todas las mujeres en este lugar están disponibles —reclama—. ¿¡Crees que no tengo el dinero para pagar por ti!? —Yo no dije eso, señor —dijo la joven con la voz temblorosa y más al escuchar los gritos que ese hombre desconocido ha dado. —¡Puedo pagar cualquier precio por ti! Así que ven y siéntate aquí —señaló su regazo. Sin importar la oscuridad del club, la joven pudo ver cómo un bulto sobresalía por los pantalones de ese hombre. Haciendo que se quedara helada. —Pero… —tartamudeó al punto de morderse la lengua. No logra terminar la frase cuando ese hombre se le lanza encima, tomándola por la cintura, intentando besarla; la joven forcejea con él, intentando librarse de sus garras. Pone sus manos en su pecho esperando poder alejarlo, pero todo es en vano; la fuerza de ese hombre es el doble que la del diminuto cuerpo de ella. —Por favor… no lo haga, te lo advierto —le ruega y lo amenaza. Aunque no sirve de nada, él hace caso omiso. Todos los presentes en el lugar pueden oír la pelea que se está llevando a cabo. Muchos hombres voltean a ver sonrientes de observar cómo ese hombre toca a esa joven. Las mujeres no disfrutan, pero no intervienen; saben que si lo hacen, podría ser su sentencia de muerte. Entre los presentes se encuentra la madre de la joven que está al otro extremo de la sala; no ha tenido ni la más mínima compasión por su hija ni la decencia de ayudarla. Ella solo se le queda viendo al hombre en el cual está sentada. Omitiendo todo lo que está pasando con su hija. Y continúa besando a ese hombre. La joven ve la expresión de su madre, lo que la molesta y la arma de valor; sabe que si su madre no le ayudara, entonces ella tiene que defenderse. Logra alejarse lo suficiente de él y le da una cachetada. Que retumba en todo el lugar. —¡Estúpida, ahora verás! —grita el hombre. Intentando reprenderla. Ella espera el golpe, pero ve cómo la mano del hombre rebelde es detenida por alguien. —Acepta cuando una mujer dice que no —habla el hombre misterioso que está escondido entre las sombras. Mientras el hombre de cabello rizado le dedica una mirada de querer matar al joven que intervino, el otro chico no se inmuta ni mucho menos suelta su agarre. Yestin solo ve a ambos hombres sin saber qué hacer. Aunque un nudo se le empieza a hacer en la garganta al sentir el ardor en su muñeca. —¿Ocurre algo? —la voz de otro hombre se escucha. Esa sabe bien de quién provienen esas palabras. —Esta mujer, que se niega a pasar el rato conmigo —reclama el chico malo. Yestin mira de reojo a su jefe, que está a su lado, y él solo la mira con cara de desagrado. —De antemano una disculpa, pero lo que le dijo la chica es verdad —dijo—; ella todavía no ha hecho su debut, así que me temo que no puede atenderlo. —¿¡Qué!? —menciona el chico de cabello rizado. —Pero le haré traer a la mejor de mis chicas para que lo atienda bien y será gratis —ofrece el dueño. —Está bien —acepta el chico malo. —Que sea rápido antes de que me arrepienta. —Sí, señor. —Clay toma del brazo a la joven. —Largo de aquí —susurra en su oído—, y dile a Sol que venga a la mesa cinco. Asintió con la cabeza, alejándose rápidamente de esa mesa; busca a Sol por todas partes hasta que me encuentra saliendo del baño. —Sol, el jefe te quiere en la mesa cinco —le comunica la orden de Clay. Sol se va directo hacia donde Yestin le ha comunicado. Una vez cumplida la orden de Clay, regresa al mismo lugar donde está segura mientras está abierto. Llega a la barra volviéndose a sentar en el piso. —Todos estos hombres son unos sinvergüenzas —exclama con disgusto. —Acostúmbrate porque cuando sea tu debut tendrás miles haciendo fila para tener tu compañía y sobre todo tu cuerpo —dijo Joseph sin dejar de limpiar los vasos. —No quiero eso, debe de haber otra forma u oportunidad de salir de aquí —indaga Yestin. —Ja, ja, ja, suerte, porque no tienes a nadie más allá de estas paredes —le recuerda. —¿A dónde irás? —No lo sé, pero tengo que buscar una manera de salir. No quiero venderme por unas monedas soportando a hombres tan asquerosos. —Que sea rápido, porque solo te quedan dos años antes de que cumplas los veintiuno —expresa—. Sabes que Clay no es tan tonto para dejar que ellos te toquen; si lo hace, se mete en un problema muy grande y sobre todo porque ellos son personas muy poderosas. —Lo sé, me queda muy poco tiempo antes de que él me haga firmar ese papel, donde me dispongo a trabajar para él por voluntad propia —declara Yestin. Una mujer de espectacular figura. Luciendo una lencería roja que atrae todas las miradas. Se aproxima a toda velocidad hacia la barra. Después de ver desde el fondo la escena que ha causado su hija. Con uno de esos ricos. Yestin ve cómo su madre se aproxima. Ella sale de ese lugar acercándose a ella, esperando ser consolada debido al enorme miedo que pasó. Sin embargo, al estar a pocos centímetros de ella. Alma le da una cachetada que la derriba al piso. —Mamá —exclamó Yestin sintiendo cómo su mejilla arde. —¿Por qué fue eso? —Todavía lo preguntas. Vi todo, ¿cómo te atreviste a llevarle la contraria a ese hombre? —¿Y qué querías que hiciera? ¿Si él quería más que una simple copa? —indagó Yestin desde el piso. —Sabes que todavía no soy parte del grupo. Escuchar esas palabras hace más enojar a Alma. Que le da una patada a su hija. —¡No seas insolente! ¡Entiende, los clientes son más importantes que tu estúpida virginidad! Si fueras lista, la subastarías al mejor postor; sin embargo, no tienes el suficiente cerebro para eso. Sabía que sería un estorbo y un problema desde que me embaracé de ti —la regaña y se va. Yestin se pone de pie. Aun sintiendo su mejilla ardiendo. Y un nudo en su garganta que la ahoga. Las palabras de su madre son tan hirientes. Entra de nuevo al bar y Joseph la recibe con los brazos abiertos. Ella se lanza a ellos llorando desconsoladamente. —Ya, mi niña, no le hagas caso a tu madre —Joseph la consuela mientras ella aún sigue llorando. Al terminar de limpiar, va directo hacia su habitación, totalmente agotada cada fin de semana es bien pesado; hacen mucho tiradero y más limpiar alcohol del piso. Sin embargo, eso le gusta porque así no tiene que pensar en los pésimos tratos de su madre. —Yestin —le habla Clay. Se gira hacia donde se escucha su voz y lo ve acercarse por el pasillo. —¿Necesita algo, jefe? —pregunta mirándolo y a la vez bajando la vista. Al llegar sin esperárselo, le da una cachetada, causando que casi se caiga por el golpe. Ella siente cómo en esa zona empieza a emanar color, dolor y sentir un poco de sabor metálico en su boca. —Hoy me hiciste perder mucho dinero, que será sumado a la cuenta que ya me debes —la regaña. —No es mi culpa que ese pervertido se fijara en mí —protesta. —¡Cállate! —le grita. Yestin decide no seguir hablando, para no pelear con Clay. —Espero enormemente que llegue el día de tu debut y créeme que de esa subasta sacaré el triple de lo que me has hecho perder —dijo y sin más se va. Yestin se queda con una enorme rabia dentro; sabe que el tiempo que tiene es poco y debe de pensar en algo para salir de este lugar. No quiere ser subastada y perder su virginidad con cualquier animal insensible que le hará mucho daño.






