Asiento con mi cabeza, pero estoy confundida por lo que acabo de escuchar. Sigo viendo a ese hombre; cómo se aleja más de mí. Se comienza a quitar el saco y lo deja en el perchero.
—Bien, ahora ven, averiguaremos si eres virgen. Al oír eso, rápido me levanto y doy un paso hacia adelante. Corro hacia la puerta intentando abrirla, pero la han cerrado con llave. El hombre me toma del cabello, jalándome hacia atrás. Dándome un golpe en la cara, haciendo que caiga de pecho arriba del escritorio. Quedo un momento aturdida por el golpe; siento como ese hombre me jala de los pantalones, bajándomelos. Intento levantarme, pero él me toma de ambas manos poniéndolas atrás de mi espalda. Siento cómo baja mis bragas y seguido oigo el tintinear de su cinturón, dándome a entender lo peor. —No, por favor —digo entre lágrimas. Le ruego con una voz de súplica. —Te dije que eras mía y que haría lo que yo quisiera con tu cuerpo. Jala de nuevo mi cabello con más fuerza que nunca. —¡Ahhh! —gritó de dolor. En eso siento como un horrible ardor y un dolor insoportable en mi parte íntima; mis lágrimas empiezan a caer más y más, cayendo en el escritorio. Mientras él sigue moviéndose bruscamente y siento que algo baja por una de mis piernas. ~Ahhh. —Sí, grita linda. Me provoca más y con saber que fui el primero. Qué alegría. Las embestidas son tan horribles, el dolor es insoportable; me cansé de gritar y de pelear. Dejé que ese hombre terminara y, cuando terminó, se separó de mí. Yo me quedé en la misma posición, sintiéndome avergonzada por no poder defenderme. Escucho cómo ese hombre camina por la habitación y me pone un vaso de agua y una pastilla frente a mí. —Tómala o, a menos que quieras un hijo mío, Pensar en un bebé de este bastardo, me tomó la pastilla sin rechistar. Oigo cómo el hombre sigue moviéndose por la habitación. —Fabricio, ven —escucho que grita—. Llévatela con Carol, que la limpien y la alisten para esta noche. Sigo en shock y no peleo ni me muevo. El hombre me toma así como estoy y me lleva de esa habitación. Ese hombre me lleva hasta otro lugar donde miro a muchísimas mujeres. Me llevan a una habitación y me sientan en la cama. El hombre se va dejándome a solas con esa mujer. Vuelvo a estallar en llanto, veo mis piernas desnudas llenas de marcas rojas y noto el hilo de sangre que baja por mi pierna. ¿Por qué me pasó esto? Papá, ¿por qué me vendiste? —No llores —me dice una voz femenina. Se acerca a mí y me toma de las manos. No levanto mi vista porque tengo los ojos llenos de lágrimas. Reincorporó la cordura y levantó la cabeza para ver a esa mujer. Mis ojos miran bien a la mujer que está frente a mí; tiene piel blanca, ojos verdes y el cabello pintado de color morado. Es delgada, tiene varias perforaciones, una en el labio superior y la otra en la nariz. —¿Dónde estamos? —preguntó, esperando por fin tener las respuestas que buscó. —Me gustaría decirte, pero la verdad es que no lo sé; ninguna de las que estamos aquí sabemos dónde estamos, por la razón de que siempre estamos aquí encerradas. —Me responde con cierta tristeza en su voz. —¿Quiénes son esos hombres? —curioseo. —Él, creo que ya conociste; él es el jefe, pero su nombre es Riccardo Richter. Él nos controla a todas y nos hace suyas la primera vez, según él, con el pretexto de control de calidad. —Menciona esa mujer. Y el nombre de Riccardo me suena. No se porque empiezo a creer que ese hombre sera el hermano de Clara. Pero no es imposible hay cientos de personas con ese mismo nombre. —¿A ti te pasó lo mismo? —preguntó para olvidar lo que hay en mi mente. —Sí —veo que pone una cara de tristeza, pero la cambia—. Pues como sea, eso pasó hace muchos años. —¿Cuántos años llevas aquí? —continuo indagando. —Más de los que crees. Pero ya no hay que hablar de cosas tristes. Déjame presentarme; mi nombre es Carol y yo te ayudaré a acostumbrarte y a que sepas cada una de las reglas. —Pero yo no me quedaré para aprender esas reglas —me niego a aceptar eso. —Shhh, baja la voz; si alguien te escucha decir eso, te matarán. Aquí nadie ha podido escapar y las únicas que salen no están vivas. —Entonces, ¿por qué ese hombre dijo que me trajera contigo para que me prepararas? —En serio dijo eso. Entonces debemos apresurarnos porque no nos queda mucho tiempo —expresó Carol. Veo que se acerca a un armario, lo abre, miro que saca un vestido y varias cosas más. Las pone en la cama junto a mí. La tomó de la mano y ella voltea a verme. —Dime a qué se refería con prepararme. —Que hoy en la noche irás con las demás a complacer a otros hombres —me dice y le suelto la mano. —¡Qué! Yo no iré a ningún lado y menos me dejaré que otro hombre me toque. —Mírame cómo me dejó ese bastardo —le señaló mis piernas manchadas de sangre. Miro que ella pone una expresión de preocupación y se sienta a un lado de mí. Da un suspiro. —Pequeña… —Y mi nombre es Evolet —la corrijo. —Bueno, Evolet, déjame darte un consejo que ojalá me lo hubieran dado a mí cuando yo llegué aquí. Sé más lista y yo sé que eres más fuerte que todas las que están aquí. Escala hacia arriba, conviértete en alguien que no cualquiera pueda tocar. Sí sé que ahorita todo te duele, sé que lo que menos quieres es ver a los hombres, pero lucha, demuestra que tienes muchos ovarios, porque aquí cuando dejas de ser útil… Ella se queda en shock como si hubiera visto una aparición. —Que, dime. —No pasa nada. Así que ven, te ayudaré con el dolor y te daré unos consejos. —Ya te dije que no lo voy a hacer —continuo negándome. En eso la puerta se abre de repente y veo a Riccardo entrar con un fuete en la mano. —Qué m****a dijiste. Observo que él se comienza a acercar a mí y yo me aparto sin importar el dolor. El hombre me toma del cabello, bajándome de la cama y haciendo que caiga al piso. —¡Qué fue lo que dijiste! —Nada, Riccardo, sabes que es normal; acaba de llegar, no sabe nada, pero yo le enseñaré. —agregó Carol, defendiéndome. Veo cómo Carol lo toma del brazo del cual me está jalando el cabello. —Carol, cariño, te estás haciendo blanda. No te preocupes, yo me haré cargo. ¡Largo! —Él grita. —Pero solo es una niña. —Protesto, Carol. —¡Te dije que largo y no se te ocurra entrar! —vociferó ese hombre con fuerza. Carol obedece y sale por la puerta. Riccardo me jala del cabello poniéndome boca abajo en el borde de la cama. —Te preguntaré de nuevo. ¿Vas a ir con las demás esta noche? —Me jala el cabello y lo veo de reojo. —No —le respondo. —Te enseñaré a obedecerme. Me suelta el cabello y me rompe la camisa de la espalda. —¡Ahhh! —gritó de dolor al sentir cómo me da un golpe con el fuete. —Ahhh —de nuevo. Aprieto la sábana con fuerza, mientras él no para de azotarme. Siento que me arde horrible la espalda y las lágrimas vuelven a bajar por mis mejillas. En eso se detiene y me vuelve a tomar del cabello, jalándomelo hacia atrás. —Otra oportunidad. ¿Irás con las demás? —Vuelve a preguntarme. Las palabras de Carol suenan en mi cabeza. Debo de ser lista y salir libre o matar a este bastardo. —¡Contéstame! —Sí —digo con un inmenso dolor al haber aceptado. Él me suelta el cabello. —Sabía que entenderías. Así que prepárate, saldremos pronto y ponte algo lindo que acentúe ese lindo trasero. Escucho cómo se comienza a alejar de mí, oigo la puerta abrirse. En eso siento como alguien se sienta a mi lado.