—Ella es el pago —dice Clara, señalándome.
—¡Qué
Los hombres se abalanzan sobre mí y me toman de los brazos. Jalándome hacia la puerta; yo forcejeo con ellos, intentando liberarme de ellos. Pero es en vano, ellos son mucho más fuertes que yo.
—No esperen, debe de haber una equivocación, mi padre no es el hombre que buscan, él se llama Marcus Doyle, es una persona de bien. —Intento hablar con ellos mientras me jalan por el estacionamiento, llevándome a una enorme van negra.
—Claro que conocemos bien a tu padre y cállate, nosotros solo obedecemos órdenes de llevarte.
Me toma de los tobillos y me mete a la fuerza a la ben. Uno de ellos se mete conmigo sentándose a mi lado.
Intento bajarme de ese vehículo, pero el hombre me detiene agarrándome del cabello y jalándome hacia atrás.
—¡Ahhhh! —En eso veo que pone su pistola en mi rostro.
—Más vale que te calmes o me veré obligado a usar esto.
Escucho que la puerta del piloto se abre, pero es el otro hombre que entra y pone en marcha el auto. El hombre que me tiene agarrada del cabello se distrae y yo aprovecho eso para morderle la mano que puso frente a mi cara.
—Ahhh —me suelta el cabello. Te enseñaré a respetar.
Me da un golpe en la cabeza, causando que vea que todo se vuelve oscuro.
Empiezo a despertar. Vi a mi alrededor. Noto que estoy en un avión e intento moverme. Miro que estoy atada de los pies y de las manos. Intento liberarme, pero es inútil; los amarres son muy resistentes.
Me rindo de pelear; las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas. ¿Por qué mi papá hizo esto? ¿Por qué mi papá me vendió? ¿Creí que él me amaba? ¿Por qué no me dijo que estábamos pasando por una mala situación económica como para usarme como animal de cambio?
Esas incógnitas hacen que sienta un fuerte nudo en la garganta, al punto de casi perder el aliento.
Es que yo creía que estábamos bien; siempre hemos vivido una vida estable. Sé que mi padre hace algunos negocios no totalmente legales. Él intentaba ocultarlo de mí, pero no soy ciega y lo sé porque vi llegar a casa muchas veces a hombres de una moral completamente cuestionable.
Entre ellos estaba un hombre que se llamaba Mateo. El padre de Clara. Él me daba miedo en aquel entonces, su mirada era pesada y su actitud era demasiado intensa.
Sé que mi familia se ha dedicado a estos negocios turbios por generaciones. Recuerdo a mi abuelo. Era un hombre malo; nunca me hacía ni un cariño. Decía que una heredera mujer no servía para nada. Que solo somos buenas para tener hijos. A pesar de todos sus rechazos y sus malos tratos. Yo lo quería.
Pero hacía tratos con gente mala que al final no le salían bien y terminaba metiendo a mi padre. Arreglando sus asuntos. Hubo una vez que mi abuelo se fue por varios días. No regresaba; mi padre estaba angustiado por él, lo recuerdo. Hasta que una noche un hombre que nunca había visto le dijo algo a mi padre que lo dejó pasmado. Lo recuerdo; pude ver su expresión en su rostro. Y sin siquiera despedirse se fue por días, semanas y meses.
Cuando volvió, regresó con mi abuelo en silla de ruedas. Ese suceso hizo que mi abuelo se volviera más amargado y lleno de rabia. Sus últimas palabras que me dijo antes de que muriera fueron: "Si yo fuera tu padre, ya hubiera vendido tu virginidad al mejor postor antes de que la desperdicies con cualquier infeliz".
Pensando de nuevo en esas palabras, se me ocurre que tal vez todo esto sea obra del infeliz de mi abuelo. Sin embargo, estoy en duda; él murió hace años en una pelea con otros mafiosos.
Por eso tuvimos que huir de Escocia para que no nos mataran o eso me dijo mi padre.
No obstante, puede ser una opción. Aunque es poco probable, pensar de nuevo que mi padre hizo esto. No obstante, ahora que hago memoria, antes de salir huyendo de Escocia. Oí una plática que tuvo mi padre con alguien que no sé quién era. Pero lo que recuerdo fue que mi padre dijo: "Están muertos por mi culpa". Mi padre y el padre de mi novia. Clara nunca me perdonará por haber traicionado a su padre. Al terminar de hablar vi cómo él lloraba con fuerza. Al tener todas esas ideas en la cabeza, me hace pensar que esto sea una venganza por parte de algún enemigo que quiera vengar al padre de Clara, ¿pero quién podría ser Clara?
Además, ¿dónde está mi papá? Porque dudo mucho que me haya abandonado. Me preocupo por él, llegando a imaginarme lo peor, y eso hace que mi corazón se vuelva a apachurrar y mis ojos se vuelvan a llenar de lágrimas.
—¡Ja, ja, ja! —No me digas que estás llorando —escuchó la voz de un hombre. Levanto mi rostro y volteo hacia donde proviene esa risa.
—¿Quién eres? —le preguntó con lágrimas en los ojos.
—Yo no soy nadie, solo me encargo de cuidarte —me dice.
Miro que levanta el rostro y noto a un hombre de piel morena, con el cabello rizado y lleno de tatuajes todo el cuello; se acerca a mí y veo que trae en su mano un arma. Pone su mano en mi mejilla y limpia mis lágrimas.
—Deja de llorar, a mi jefe no le gustará verte con los ojos hinchados.
—¿A dónde me llevan? —preguntó, fingiendo una voz más calmada.
—A tu nuevo hogar —me responde con voz firme. —Te aconsejo que te comportes, porque no creo que quieras que te pase lo mismo que a las chicas que no obedecen.
—No me digas, déjame adivinar. Mmmm, las matan.
—Bingo, eres una niña lista. Pero sabes. Si te comportas y eres una niña obediente, tal vez te ayude un poco.
Siento como él pone su mano en mi pierna y comienza acariciarla. Esos movimientos solo me causan repulsión y mucho asco. Muevo mi cabeza y lo golpeo.
—Ahh, eres una puta. Pero ya te enseñaré a respetar.
Observo cómo levanta su mano para darme un golpe y estoy lista para recibirlo. Pero en eso veo que alguien lo toma de la mano. Tanto como él y yo volteando a ver al que le acaba de tomar la mano.
Que es un hombre alto, de piel medio morena, cabello oscuro con barba y bigote, nariz puntiaguda, labios delgados. Usando una camisa oscura y unos pantalones del mismo color.
—¿Qué crees que haces? —habla ese hombre desconocido.
—Solo le estoy enseñando algo de modales a esta perra.
—Al jefe no le gustará saber que le tocaste a una de sus chicas. —Sabes bien qué es lo que les pasa a los que lo hacen —oigo que habla ese hombre. —Si quieres coger, tienes dos manos en buenas condiciones.
Miro cómo esos dos hombres se ven entre sí con miradas pesadas y llenas de odio. Y al final el otro hombre se va y él se queda conmigo. Se sienta a mi lado y miro que acerca su mano a mi rostro y yo me aparto por inercia.
—Shhh, yo no te haré daño —dijo de manera amable.
—Yo no confío en ti.
—Lo sé, sé que te trajeron a la fuerza. Pero mi nombre es Leon. —Yo no contesto nada. —Tú te llamas Evolet, ¿verdad?
—Si sabes mi nombre, ¿para qué preguntas?
—Debes de reconocer cuando alguien es amigo o enemigo. —Menciona con voz suave.
—¿Y tú qué eres? —indagó con voz inconforme.
—Seré lo que tú quieras que sea para ti.
Se siente cómo el avión empieza a aterrizar.
—Ya hemos llegado —dice Leon.
—¿A dónde?
—Ya verás —responde el otro hombre y me pone algo en la cara. Mientras me carga en su hombro.
—Suéltame. —Me muevo intentando liberarme, pero él no me suelta. Siento cómo pone su mano en mi trasero, lo que me hace sentir muy incómoda.
Escucho como abren la puerta de un auto, me meten y el hombre me arroja sobre el asiento. Oigo cómo se cierran las puertas. Comienzo a sentir cómo el vehículo está en movimiento.
Ha pasado un rato de camino en este auto. No veo nada por el costal que me pusieron en la cara. Pero justo en eso el auto se detiene. Vuelvo a escuchar cómo las puertas se abren y los hombres empiezan a bajar. Me vuelven a tomar y otra vez me echan al hombro de alguien.
No sé a dónde me llevan, pero oigo más voces de mujeres, risas y gritos. En eso escucho el sonido de una puerta abrirse y después de golpe me sientan en una silla y me quitan el costal.
Mis ojos empiezan a adaptarse a la luz y enfrente de mí hay un hombre de unos 40 años, de cara larga, cejas prominentes, con un bigote delgado y con algunas arrugas en su rostro y también en su frente cuadrada, que está sentado en un sillón negro.
No sé por qué, pero ese hombre me parecía familiar. Sin embargo, no sé de dónde.
—Qué hermosura tenemos aquí.
El hombre se levanta y me acerca a mí. Me comienza a desatar y eso me confunde aún más.
—Es el pago.
—Señor, debe de haber una equivocación; mi padre es Marcus. —Intento explicarle para que me deje ir.
—Hermosa, conozco a tu padre; él me debe mucho dinero y como no pudo pagarme… No pude negarme a un pago tan encantador, así que te acepté a ti como pago.
Agaché la cabeza triste al volver a oír eso.
—¿Qué edad tiene? —menciona el hombre que está frente a mí.
—Ella tiene 21 años —dice el hombre atrás de mí.
—Pues es muy hermosa y, ¿dime, es virgen? —le habla al hombre, ignorándome.
Al escuchar eso, volteo a ver al hombre y al otro que se miran entre sí.
—No lo sé, señor.
—Está bien, yo lo averiguaré. Puedes irte y cierra la puerta.
Veo que el otro hombre obedece. La puerta se cierra y el hombre que se quedó conmigo se aleja un poco de mí.
—Mira, preciosa, que quede algo claro: de ahora en adelante eres de mi propiedad y yo puedo hacer contigo y con tu cuerpo lo que me plazca. —Entendiste.