—Hija —veo que pone una hermosa sonrisa. Pero baja su mirada viendo mi estado y su sonrisa se esfuma—. ¿Qué te hicieron, mi niña? —sus ojos se llenan de lágrimas.
—Mejor responde por qué me abandonaste.
—No te abandoné.
—Ja, ja, ja —la risa de Riccardo nos interrumpe—. Veo que eres tan tonta, Evolet. Crees que tu padre, un hombre que, la verdad, no pertenece a este mundo, sería capaz de abandonarte. Te mostraré a la mente maestra de todo esto. ¡Ven! —él grita.
Escucho que las puertas se vuelven a abrir y volteo a ver. Mis ojos se encuentran con Clara. Ella camina muy tranquilamente hasta llegar y ponerse a un lado de Riccardo. Y le da un beso en los labios.
—Hola, Marcus, y hola, Evolet. Veo que te has portado mal. —Sonríe ladina esa mujer.
—Bueno, les presento a mi mujer y la madre de mi hija; ella es la mente maestra y la razón por la cual ustedes dos están aquí.
Al oir eso entiendo perfectamente todo porque Riccardo me resultaba tan familiar. No era su hermano si no su amante.
—Qu