—¡Llama al director ahora mismo! ¡Hazlo frente a mí! —la voz de Alejandro era tan fría que cortaba el aire.
El secretario Javier dejó el celular sobre el escritorio, marcó el número del director y puso el altavoz.
La llamada fue respondida enseguida. El tono del director sonaba animado:
—Señor Javier, tan temprano… ¿hay alguna instrucción?
—Director, el señor Rivera quiere saber qué pasó exactamente con la señorita Valdés. —El secretario habló con seriedad.
Al escuchar que se trataba de Sofía, el director se apresuró a contestar con servilismo:
—Todo está resuelto. Después de todo, ofendió a la señorita García y lesionó a una miembro del consejo estudiantil. El castigo fue totalmente justo, además fue lo que pidió la señorita García.
El gesto de Alejandro se endureció, sombrío.
El secretario captó la molestia de su jefe y apretó más la voz:
—¿Quién le autorizó ese castigo? ¿Fue la señorita García?
—¿No… no fue así? —el director dudó, nervioso—. Ayer actué siguiendo la indicación de la