Pero si hoy querían escalar el asunto, entonces que no la culparan a ella por responder.
Esa misma tarde, cuando Luna se marchó, Sofía se arregló con cuidado y fue directo al Grupo W.
La empresa estaba compuesta por la élite que antes trabajaba para los Ruiz; ahora Sofía les pagaba el doble de lo que ganaban, y por eso todos se entregaban con más empeño.
Lucía un conjunto negro: falda ejecutiva corta y un saco a la moda, que en su cuerpo se veía elegante y firme.
Lo más importante era que se había arreglado a propósito.
—Directora, aquí está el informe sobre el desarrollo en los suburbios del sur de la ciudad —le dijo una secretaria con cortesía.
—Déjalo en mi oficina.
Sofía entró en su despacho.
Allí estaba Juan, el secretario que había traído de la empresa de su familia, uno de los pocos que conocía su verdadera identidad.
Cuando la puerta se cerró, él habló en voz baja:
—Señorita…
—Te lo he dicho, aquí debes llamarme directora.
—Sí, directora. —Juan asintió—. El desarrollo en la zon