Capítulo 400
—Señorita Hernández, por favor, retírese conmigo.

—¡No! Señor Rivera, yo sé que usted es el hombre más bueno de este mundo, se lo ruego, por lo que alguna vez compartimos, ¡ayude a mi tía!

—Creo que ya te advertí que no volvieras a presentarte en mi casa.

La mirada de Alejandro fue tan fría que apenas rozó a Lola y a ella se le heló la espalda.

Días atrás, Mariana ya le había hablado de ciertos rumores en la Universidad de Finanzas, historias en las que él y Lola eran protagonistas.

Alejandro no era ajeno a esas tretas entre mujeres, pero solía ignorarlas por simple desgano.

Con todo, le resultaba imposible no despreciar a una mujer capaz de inventar chismes para treparse a una posición que nunca tendría.

Ese tipo de juegos sucios lo irritaban, y Lola no entendía que él ya lo sabía todo.

—Pero, señor Rivera, lo de mi tía también es asunto de la familia Valdés. ¿De verdad piensa lavarse las manos?

—Secretario Javier, ¿tengo que repetir lo que acabo de ordenar?

—No, señor —respondió Javi
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