—Ella ya había suspendido sus estudios por varios meses, y ahora con la mano lesionada, ¿cómo podría presentar el examen? Para cuidar la tasa de graduación de nuestra universidad, lo mejor es que se retire —dijo el director con tono tajante.
No dejó espacio a réplicas del jefe académico y colgó enseguida.
El profesor miró el auricular del celular fijo y masculló con fastidio:
—Siempre me manda a mí a hacer el trabajo sucio. ¿Por qué no lo hace él mismo?
Aunque murmuraba, no se atrevió a desobedecer. Empezó a preparar las palabras con las que al día siguiente comunicaría la noticia a Sofía Valdés.
Mientras tanto, el director marcó el número de Mariana García. Su voz, ahora llena de cortesía, se deslizó por la línea:
—Mariana, tú eres la presidenta del consejo estudiantil. Hoy Sofía provocó disturbios; ya pedí las grabaciones de la biblioteca y confirman que ella fue la agresora. He ordenado al jefe académico que la convenza de retirarse. Puedes estar tranquila.
Mariana no se sorprendió;