Una voz fría y serena emergió desde la multitud.
Cuando todos vieron a Mateo Ruiz, instintivamente se apartaron para abrirle paso.
¿Quién no conocía a Mateo Ruiz? Era profesor residente en la universidad, además de ser uno de los mayores inversionistas de la institución.
Cada año, donaba por lo menos ocho cifras en dolares.
Y como a él le apasionaba la enseñanza, no era raro que lo invitaran constantemente a dar conferencias.
En la universidad, Ruiz era una figura influyente.
Y fuera de ella, era el máximo dirigente del Grupo Ruiz.
No sólo ellos, incluso sus padres tendrían que inclinarse con respeto al verlo y llamarlo “Señor Ruiz”.
Silvia Morales, al verlo aparecer, empalideció:
—P-Profesor Ruiz…
Mateo bajó la mirada hacia la comida tirada por el suelo y, con calma, dijo:
—Parece que la familia Morales tiene buen apetito… ¿Será que querían voltear el plato del Grupo Ruiz?
—¡N-no, no es eso! —Silvia agitó las manos desesperadamente, con el rostro blanco como el papel.
— Y-yo pensaba q