—¡Slap!
Un golpe seco y claro cayó directo en la mejilla de la sirvienta.
Lidia se llevó la mano a la cara, con el ceño fruncido y el rostro molesto.
Sofía la miró con frialdad y dijo:
—¿Tú eres Lidia, verdad? Si me llamas Señorita Sofía, deberías saber cuál es mi lugar. ¿Quién te dio permiso para decirme por mi nombre?
—¡Tú!—
Lidia llevaba mucho tiempo en la casa de los Rivera y, además, era bonita, nunca había respetado a Sofía.
Sofía recordaba bien que en su vida pasada Lidia le había dado malos consejos que la hacían quedar mal frente a Alejandro.
Ahora que Lidia se atrevía a imponerse, esta vez Sofía no se lo iba a permitir.
—Mira, por más que quieras, sigo siendo sirvienta en esta casa. Me golpearte es faltarle al respeto a Alejandro. Le voy a contar todo, y tú… ¡prepárate para que te echen! Además, rompiste la ropa que él te dio.
Lidia la fulminó con la mirada y salió corriendo con la ropa rota en las manos.
Por la tarde, Alejandro, molesto por la alianza de Jorge con Mateo, lle