— ¡Vaya, y yo pensando quién sería! ¡Resulta que es la señorita Sofía Valdés, la que Alejandro dejó plantada!
Silivia Morales subió deliberadamente el tono.
La biblioteca estaba en un silencio absoluto, pero con esa frase, todas las miradas se volvieron hacia ellas.
Sofía no quería armar un escándalo, así que se agachó a recoger los libros, pero Mónica Torres le pisó la mano.
Las manos de Sofía, blancas y delicadas, quedaron atrapadas bajo los tacones de Mónica, quien presionaba con fuerza y hasta torcía el tobillo con aire de satisfacción.
Un dolor agudo se extendió por todo su brazo. Sofía no podía levantarse, y la otra no tenía ninguna intención de dejarla.
— Antes te creías intocable con el nombre de la señora Rivera en la escuela, siempre sacando a relucir tu estatus. ¿Y ahora que Alejandro te dejó, por qué no usas tu posición para defenderte? — se burló Silivia.
— ¿Qué estatus? Todos saben que la familia Valdés está al borde de la quiebra. Con la cancelación de todos los acuerdos