—¿Alejandro, qué quieres decir con eso? ¿Estás dudando de Mariana? —Leo Blanco frunció el ceño—. Crecimos juntos, conoces su carácter mejor que nadie. Ella no sabe mentir.
Alejandro le lanzó una mirada rápida, fría, antes de contestar:
—Estoy preguntándole a Mariana.
Leo intentó replicar, pero Mariana le sujetó el brazo y, con los ojos fijos en Alejandro, dijo:
—Alejandro, de verdad no sé quién entró a mi casa. Pero… no puedo evitar pensar en la señorita Valdés. Al fin y al cabo, en la mañana Mónica y Silivia la provocaron, y hasta Mateo Ruiz salió a defenderla. Tal vez… tal vez fue Mateo.
Mariana mencionó a Mateo con toda intención.
En la ciudad todos sabían que él y Alejandro eran enemigos irreconciliables.
Y la última vez que Alejandro escuchó rumores de un posible vínculo entre Sofía y Mateo, su enojo fue evidente.
Mariana esperaba verlo estallar otra vez. Pero los ojos de Alejandro se apagaron en un tono glacial.
—Entonces, lo que estás diciendo es que en realidad no viste quién