Al fin y al cabo, en esta ciudad, con el título de ser la mujer más querida por Alejandro, nadie se atrevía a humillarla.

Pero las cosas que Mariana había hecho últimamente se volvían cada vez más incomprensibles para él.

El falso intento de cortarse las venas, los movimientos en la universidad contra Sofía, incluso traer de regreso a Leo. Y antes de eso, los intentos ocultos por acercarse a Elías. Alejandro lo sabía todo.

Una tras otra, eran acciones que no parecían de la Mariana que él recordaba: la que nunca se rebajaba a usar trucos sucios.

—Señor Rivera, no piense más en lo pasado. La señorita Mariana, cuando supo que usted estaba en el hospital, se desesperó…

—Sí, claro que se desesperó. Se desesperó por ver cuánto me importa Sofía.

La voz de Alejandro se endureció.

El quirófano seguía iluminado con la luz roja de la lámpara de cirugía.

Él permanecía sentado en una de las sillas del pasillo, esperando. Apenas hace un momento, cuando cargó a Sofía en brazos para sacarla de la com