En el hospital, Alejandro no sabía cuánto tiempo había pasado cuando por fin la luz de la sala de operaciones se tornó encendido.
El médico a cargo salió acompañado de varias enfermeras que empujaban la camilla.
En cuanto Alejandro distinguió a Sofía tendida sobre la mesa quirúrgica, dio un paso al frente. Sin embargo, una de las enfermeras lo detuvo con reflejos rápidos.
—Lo siento, señor. La paciente necesita reposo absoluto. Además… dijo que no quiere verlo.
Al escuchar que Sofía no quería recibirlo, el corazón de Alejandro se hundió como una piedra en agua fría.
En ese momento, el secretario Javier ya había contestado la llamada proveniente de la policía. Avanzó hasta donde estaba Alejandro y le informó:
—Señor Rivera, nuestros hombres llegaron hace un momento. Las reclusas ya están muertas.
—¿Cómo murieron?
—Fue Elías Casanova.
Alejandro dejó escapar una risa helada.
Así que había sido él. Con razón.
Si Elías se había ensuciado las manos, era porque Sofía estaba mucho más cerca