CAPÍTULO 39

Román y yo caminamos hasta el restaurante para una cena.

Sí, ninguno salió de la habitación y no puedo decir que desperdiciamos el día.

De hecho, me pareció la mejor tarde que hemos pasado juntos.

Y, sí. La cama es muy cómoda.

Sonrió y me encuentro con la mirada de Román que es el reflejo de la mía.

La noche en Nueva Orleans es cálida y me permite usar un ligero vestido blanco, suelto, a la altura de las rodillas, de finos tirantes sandalias de cuña.

Mi cabello está suelto y dejando libres mis rizos.

Al llegar al restaurante donde tenemos la reservación, ambos tomamos una copa mientras decidimos qué ordenar.

Al final decidimos probar la jambalaya.

Cuando el camarero se retira con nuestra orden sorbo de mi copa.

—Aún no puedo creer que estemos aquí.

Suspiro.

—Pues créetelo, porque tenemos mucho que disfrutar.

Aprovecho el momento para admirar lo delicioso que este hombre se ve con su camisa azul oscuro, manga larga arremangada y vaqueros.

Román por lo general viste muy formal en la clí
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