La música de la gala seguía su curso, suave y elegante, pero para Alexandra todo parecía un murmullo lejano. Caminaba con paso seguro, pero sin rumbo fijo, deseando apartarse un poco del bullicio, de las miradas curiosas, y de los comentarios ahogados que rodeaban su presencia. El salón principal rebosaba de conversaciones, sonrisas falsas y copas de champán que tintineaban con un ritmo casi mecánico. Antonov se había quedado unos metros atrás, atrapado en una conversación con dos políticos rusos que se desvivían por estrechar vínculos con su apellido para maquillar el verdadero mundo peligroso al que pertenecen.
Alexandra avanzó hacia un rincón menos iluminado de la mansión. El ambiente era más íntimo, con las luces doradas de una lámpara discreta reflejándose en las paredes decoradas con mármol pulido. Sus pasos se detuvieron cerca de una mesa alta de cóctel. La copa de champán aún descansaba entre sus dedos, pero no la había llevado a los labios. Cerró los ojos por un segundo, perm