El cielo de Moscú se teñía con suaves pinceladas de gris y ámbar. Las primeras hojas de otoño comenzaban a caer con melancólica elegancia, meciéndose con el viento como si incluso el clima conspirara para envolver a la ciudad en un aire de misterio.
Alexandra Morgan caminaba por las calles adoquinadas, disfrutando del poco tiempo libre que tenía entre reuniones y obligaciones. El aire helado le azotaba el rostro, pero lo encontraba refrescante. Vestía un abrigo de lana color camel, con sus cabellos recogidos en una coleta baja y unos lentes de sol que no ocultaban del todo su belleza. Había algo hipnótico en la forma en que se movía, como si no perteneciera a ningún sitio… y al mismo tiempo, a todos.
Mientras atravesaba la plaza, dobló una esquina sin prestar demasiada atención. Iba distraída, perdida en sus pensamientos, cuando chocó levemente con una figura femenina que venía desde la dirección contraria.
—Oh, lo siento mucho —dijo Alexandra de inmediato, dando un paso atrás.
La otr