El cielo gris de Moscú estaba cubierto por una capa densa de nubes, mientras una suave llovizna comenzaba a caer sobre la ciudad. Ya era de noche. Las calles, mojadas y resbaladizas, reflejaban las luces de los coches que pasaban rápidamente. Alexandra Morgan, con el abrigo de lana perfectamente ajustado a su figura y el cabello recogido con precisión, salía de las oficinas de Morgan Enterprises. Su rostro estaba marcado por una mezcla de cansancio y resolución; había logrado lo que quería, pero algo en el aire la hacía sentirse inquieta.
Al dar el primer paso hacia el vehículo que la esperaba en la entrada del edificio, un escalofrío recorrió su cuerpo cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer más pesadamente, marcando el inicio de un chubasco repentino. El viento comenzó a soplar con fuerza, moviendo su cabello y la falda de su traje, mientras el sonido de las gotas golpeando el suelo y el parabrisas del coche se mezclaba con el bullicio de la ciudad.
Fue justo en ese