Punto de vista de Josefina
Sabía que yo era hija de una loba blanca.
Mamá nunca intentó ocultarnos sus características especiales cuando éramos niños. Nos dejaba sentarnos sobre su loba blanca cuando éramos pequeños, cubrirla de barro pegajoso bajo la lluvia y jugar al escondite en la nieve.
La manada nunca le dio mucha importancia a su color diferente, un gran contraste con sus marrones, negros y, en ocasiones... algunos eran de un marrón arenoso.
Solo tenía recuerdos felices de mi infancia, y no tener una loba no cambió eso.
Pero cuando los lobos de mis hermanos aparecieron durante nuestra adolescencia, empecé a hacer preguntas. ¿Dónde estaba mi loba? ¿Cuándo tendría la mía como mis hermanos?
Cuando finalmente cumplí 18 años... ninguno de nosotros se sorprendió de que mi loba no apareciera. Existía esa esperanza... de que se hubiera retrasado, pero yo sabía bien que no era así. No hubo esa acumulación progresiva como la que experimentaron mis hermanos... ninguna voz extraña en mi cab