—Sí que lo hiciste... Les preguntaste a los miembros de la manada por qué mi hija no estaba en la carrera de la manada. —Alzó una ceja hacia mí, con una leve sonrisa burlona asomándose en la comisura de su labio.
—Solo me parecía extraño que, como miembro de la familia de Alfa... —comencé a explicar, pero él extendió una mano hacia mí, interrumpiéndome a mitad de la frase. A mitad de la explicación.
—¿Está pasando algo entre ustedes dos?
Mierda...
—¿A qué te refieres?
—Creo que sabes a qué me refiero. —Bajó la cabeza y su mirada casi me atravesó el alma. Mierda, había visto más de lo que aparentaba.
—Me sentía culpable... —empecé a explicar, pero él supo al instante que lo que iba a decir era una completa tontería.
—No...
—¿No?
—No... no me mientas, Lucas. Es vital que no me mientas.
¿Qué quería que dijera? ¿Que había llegado a un acuerdo de amigos con derechos con su propia hija? Creía que no.
—La devolví empapada en su propia sangre... Solo quería asegurarme de que estuviera a salvo,