Punto de vista de Javier
Mi cuerpo se aferró a ella en el asiento trasero del coche, sin soltarla ni una sola vez, sin romper ese contacto entre nuestra piel que resultaba en una erupción de hormigueos sobre mis brazos.
Podía estar inconsciente, pero los hormigueos evitaban que mi corazón acelerado explotara por el miedo de que fuera a morir en mis brazos. Podía sentir los hormigueos débilmente, pero aún los sentía.
El Beta Ramón llamó al hospital de la manada con anticipación, preparando a un equipo médico para que nos esperara en la casa del Alfa. El creciente nivel de posesividad estaba afectando mi respiración, mi lobo lo aumentaba mientras miraba a través de mis ojos, revisándola por sí mismo, como si no pudiera confiar en mí con ella, como si no fuéramos la misma maldita entidad.
—¡Cúrala! —gruñó mi lobo en mi cabeza.
—No, tenemos que esperar a Josi —le sisee de vuelta, siempre había una batalla de poder entre nosotros.
—Ella es nuestra maldita compañera, cúrala, ahora. —presionó