Sangre y silencio (1era. Parte)
El mismo día
Málaga
Ramiro
Escuchar a Juliana repetir “lo siento” me dejó con el corazón estrujado; no fue una frase cualquiera, sino el anuncio de una tragedia. Su rostro apagado lo gritaba todo, y la confirmación llegó al cabo de unos segundos, lenta y cruel.
El silencio en la sala se volvió denso, más expresivo que cualquier explicación. Me negué a creerlo; necesitaba que ella lo dijera, que articulase ese maldito error que había arruinado el plan. Al fin su voz rasgó el aire.
—Ramiro… la persona que conducía el auto no era Iván. Era Camila.
Por un segundo todo se quedó quieto: el vaso que tenía en la mano vibró hasta humedecerme los dedos. Sentí cómo la sangre se me helaba en las venas.
—¿Qué dijiste? —mi voz apenas salió audible, áspera.
Juliana tragó saliva, buscó las palabras como quien busca algo entre los escombros.
—Camila tomó el auto de Iván esta mañana, no pudo frenar, chocó contra otro auto…
Las letras parecían rodar fuera de su boca con un peso insoportable.
—¡No puede s