Entre la venganza y el amor (2da. Parte)
Tres días después
Málaga
Ramiro
Una ventaja indiscutible era conocer los tratos sucios que Douglas había hecho para obtener su puesto como juez; en eso residía su punto débil. No me interesaba perjudicarlo —al fin y al cabo, todavía me resultaba útil para mis negocios—, pero era primordial que entendiera que, siendo un Del Valle, nadie me negaba nada.
Allí estaba, en su despacho, con mis ojos clavados en los suyos, esperando una respuesta a mis interrogantes sobre qué le había pedido mi madre. ¿Cuál era su asunto? Guardó silencio absoluto. Finalmente, su voz endurecida se elevó:
—Ramiro, acabas de mencionar la larga relación que tengo con tu familia; entonces, ¿por qué piensas que debe haber motivos especiales en la visita de tu madre? —arguyó Douglas, clavándome la mirada.
—Porque mi madre no se toma el tiempo de hacer visitas de cortesía, menos a un juez corrupto como tú —respondí, la voz fría—. Para eso tiene a sus empleados… y vuelvo al mismo punto: vino a recordarte que no suelte