Entre dos fuegos (1era. Parte)
Cardona, Cataluña
El mismo día
Camila
Quizás el miedo a perder a Iván me había hecho postergar mis responsabilidades como una Del Valle. Lo puse a él por encima de todo y, en otro contexto, habría sido lo más natural: cuidar de mi novio, estar a su lado. Pero en mi caso no podía darme ese lujo. Llevaba sobre los hombros el peso de ser presidenta, con todas las obligaciones que ese cargo implicaba. La clausura de las minas era un problema que nos devoraba día a día: no solo nos hundía económicamente, también dejaba a cientos de familias en vilo, y encima nos arrancaba prestigio, respeto, credibilidad. Y, como si fuera poco, Ramiro aprovechaba cada segundo para descalificarme, para gritarle al mundo que yo no estaba hecha para ese puesto, que el cargo me quedaba grande.
Y ahí estaba, frente a mi padre. No me sermoneaba, no levantaba la voz; simplemente me abría los ojos con verdades que dolían más que cualquier reproche. Sentí un nudo en la garganta y, finalmente, mi voz escapó entrecor