Decisiones peligrosas (3era. Parte)
La misma noche
Málaga
Ramiro
Tenía opciones. Muchas más de las que la gente imaginaba. Hundir al bastardo de Iván no era cuestión de rabia sino de cálculo: mover las piezas en el momento justo, con la presión correcta. Los diarios de mi madre eran la palanca perfecta: un arma de doble filo, sí, pero el filo que yo sabía hacer girar. Primero conseguirlos; después, avanzar con precisión. Todo lo demás era teatro.
Aunque, como siempre, debía explicarle todo al idiota de Andrés como punto y coma para que entendiera. Y ahí estaba, muerto de curiosidad. Quizás temiendo perder hasta su puto restaurante. Finalmente, mi voz cortó el aire.
—Andrés —dije, con voz suave y afilada—, parece que no aprendiste nada de tus partidas de ajedrez con papá, si me vas a preguntar estupideces.
Él se encogió de hombros, fingiendo modestia.
—Aprendí —respondió, con esa sonrisa que pedía aprobación—. Era muy bueno.
Sonreí tanto como fue necesario, manteniendo la cortesía justo en el borde del desprecio.
—Entonc