Decisiones peligrosas (4ta. Parte)
La misma noche
Málaga
Camila
Horrible fue sentirme aplastada entre Mateo e Iván, pero lo que más me inquietaba era la familia: las miradas medidas, los celulares siempre a punto, el rumor de que la velada sería pública y que cualquier frase o gesto podía malinterpretarse. Entonces actué por instinto de supervivencia: sostenía la fachada, borraba cualquier rastro de duda sobre lo que había entre Iván y yo. Para todos debía continuar como mi tío, el hijo ilegítimo de mi abuelo Eduardo, no como mi novio celoso armándome una escena por estar charlando con mi exnovio.
No pude contener el malestar; la tensión acumulada explotó. Tal vez Iván pagó los platos rotos, pero desde el principio habíamos impuesto reglas sin decirlas en voz alta, y él las había aceptado —o eso dejaba entrever. Sin embargo, nunca imaginé el absurdo acierto de su petición: hacer pública nuestra relación. En otro contexto sería normal, incluso halagador. Aquí, era un salto al vacío.
Y aquí estoy, con los latidos acelera