Bajo amenaza (1era. Parte)
Horas después, al día siguiente
Málaga
Iván
Fue un respiro, por fin. Un instante donde la tensión con Camila se desmoronó y pude ser sincero: le pedí que viviéramos juntos, lancé una fecha para la boda sin vueltas, con la torpeza honesta de quien habla desde el amor. Sabía que no era el lugar ni el momento, que la noche estaba llena de ojos y posibilidades de desastre. Aun así, el calor del instante mandó sobre la prudencia; aquel beso robado había dicho lo que las palabras no alcanzaban a decir.
Pensé en marcharme de inmediato. El restaurante olía a vigilancia; cada mirada era un riesgo, cada móvil una amenaza. Calculé mis pasos: salir sin llamar la atención, protegerla a ella, protegerme yo.
Entonces me choqué con Ramiro. Su presencia no era un simple encuentro: era presión pura. Su voz me llegó limpia, venenosa:
—¡Cabrón! Disfruta tus últimas horas de privilegios, porque mañana la historia será otra. Te sacaré a patadas de mis empresas y te mandaré a la cárcel por suplantación de id