La última batalla estaba cerca. Los vientos de la guerra se sentían más feroces que nunca, y en el horizonte, los ejércitos de Alaric se agrupaban como una sombra amenazante. Sin embargo, la determinación en los ojos de Alejandro e Isabella nunca había sido más firme. A pesar de la tragedia que había caído sobre ellos con la pérdida de Gabriel, su voluntad de proteger a su reino y a las personas que amaban no había disminuido ni un ápice.
La noche antes de la batalla final, Alejandro se encontró solo en su tienda de campaña, observando el mapa extendido sobre la mesa. Las líneas rojas marcaban las posiciones enemigas, las zonas de mayor riesgo, los puntos estratégicos. Todo parecía estar en su contra. Alaric había tomado ventaja en varias partes del campo, pero Alejandro sabía que no podían rendirse. No podían permitir que todo lo que habían perdido fuera en vano.
Isabella entró en la tienda sin hacer ruido, su figura recortada por la luz de las antorchas que rodeaban el campamento. H