La tensión en el aire era palpable, como si la tierra misma respirara con cautela, esperando el próximo paso en esta compleja danza de poder y supervivencia. La noticia de los grupos disidentes no era un simple desafío político, sino una amenaza a todo lo que habían logrado, una fractura en la frágil paz que habían construido con tanto esfuerzo. Alejandro y Isabella sabían que el camino hacia la reconciliación no estaba libre de obstáculos, pero nunca imaginaron que los propios aliados se volvieran sus enemigos.
A medida que la noticia se esparcía por el campamento, la incertidumbre se apoderó de los corazones de todos. Los que habían luchado juntos, los que habían perdido tanto, se encontraban ahora en una encrucijada moral. ¿Deberían unirse con fuerza y aplastar cualquier resistencia, o buscar el diálogo y la reconciliación, aunque eso significara arriesgar todo lo que habían alcanzado? Las dudas corrían como ríos invisibles, pero lo que más temían no era la violencia externa, sino