CAPÍTULO 94

El camino hacia los Hamptons siempre me ha parecido hermoso, casi como una pintura que se despliega frente a los ojos con cada curva. Los pinos altos, los campos abiertos y el mar insinuándose en la distancia. Pero este día, el paisaje parece distinto, más opaco, cubierto por una tensión que se puede respirar dentro del todoterreno. Alexander no dice nada. Sus manos están firmes sobre el volante, marcando cada giro con una rigidez que me hace contener la respiración. El aire en el interior del auto esta tan denso que hasta el sonido del motor parece contenerse para no interrumpir su silencio.

Puedo verlo de perfil, la línea de su mandíbula apretada, la mirada fija en la carretera y la respiración contenida. No necesito palabras para saber que estaba al borde. Alexander no es muy bueno escondiendo ese tipo de emociones; solo aprendió a disfrazarlo con silencio. Pero su cuerpo habla por él. Lo noto en el leve movimiento de los dedos sobre el volante, el músculo que se tensaba en su cuel
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