El vaso frío de limonada descansa sobre la mesa auxiliar, dejando un pequeño anillo de humedad que brilla bajo la luz tenue del salón. Me acomodo mejor en el sofá, cruzando las piernas, mientras el iPad que me había regalado Alexander reposa en mi regazo. La pantalla ilumina mis manos y la superficie pulida me devuelve el reflejo de mi rostro cada vez que el fondo se torna oscuro.
He pasado horas organizando y reorganizando mi portafolio. No es que me obsesione con la perfección, pero algo en mí quiere que cada detalle este pulido, que cada imagen transmita lo que yo veo en mis propias obras. Y, sobre todo, que no quede ninguna duda cuando Daniel Smith lo vea.
Había sido casi ridículamente rápido. Apenas un día después de aquel encuentro en el vestíbulo del edificio donde trabaja Logan. Después de mucho pensarlo, había llamado a su asistente. Me sorprendió lo fácil que fue: sin rodeos, sin esperas eternas, su voz amable me había confirmado una cita para mañana por la tarde. Así de sim