Karoline abrió los ojos desmesuradamente ante el hombre que tenía frente a ella. Billy, el hermano menor de su difunto marido, avanzó lentamente, con una calma aterradora.
—Finalmente nos volvemos a ver, Karoline —dijo Billy, sus ojos fríos y duros.
—¡Billy, qué sorpresa! —contestó Karoline, llena de miedo, su voz tensa al tener a ese hombre en su casa.
—Esperaba verte en el funeral de mi hermano, o que por lo menos hubieras enviado un mensaje de condolencias. Pero no hubo ni lo uno ni lo otro —dijo, acercándose peligrosamente a ella.
—Billy, yo...
—¿Tú qué, maldita perra? Claro, no fuiste al funeral porque tú y tu amante lo mataron.
—¡Eso no es así! Él nos atacó, y nosotros solo...
—Ustedes nada. Lo mataste, y eso es lo único que cuenta. Y ahora voy a vengar su muerte.
—¡Por favor, no! ¡Tú odiabas a tu hermano! ¡Hasta te hice un favor!, Gracias a eso ahora estarás al frente de la organización, ¿Por qué quieres matarme?
—Porque la organización me lo exige. Como no voy a vengar a mi pr