Después de encargarme de que Max tomara su desayuno y de arrullarlo hasta que cayera en su siesta, me quedé unos segundos mirándolo dormir. Tenía ese gesto dulce en el rostro que tanto me recordaba a Tommy, y no pude evitar acariciarle suavemente el cabello antes de salir. Me acompañaba el equipo de seguridad que Alexander había designado para mí, hombres firmes y discretos que me escoltaban hasta el coche. Hoy había quedado con Melania; necesitaba contarle todo lo que estaba pasando. Los acontecimientos habían avanzado tan rápido que no había tenido ni un segundo para hablar con ella.
Llegamos a un café exclusivo de la ciudad, un lugar elegante y luminoso. Apenas crucé la puerta, la vi de inmediato. Melania agitó la mano con esa energía que la caracterizaba y, en cuanto me acerqué, su mirada se clavó en mi mano.
—¡No me digas que este anillo significa lo que creo que significa, amiga! —exclamó a todo pulmón.
Varias personas giraron la cabeza hacia nosotras, y sentí el calor subirme a