Deslicé el dedo sobre la pantalla, mi respiración se volvió más lenta, contenida, mientras mis ojos se deslizaban por cada letra, como si al releerlas pudiera encontrar un significado oculto que lo cambiara todo. Unas preguntas golpearon con fuerza en mi mente:
¿Por qué ahora?
¿Por qué después de tanto tiempo?
Cerré los ojos con fuerza y exhalé lentamente, obligándome a expulsar el peso de la incertidumbre junto con el aire. Mi corazón latía con un ritmo irregular, un eco de emociones reprimidas que se negaban a desaparecer. Sabía que, si permitía que esos recuerdos me arrastraran, terminaría ahogándome en ellos.
Con un movimiento decidido, bloqueé el celular y lo guardé en mi bolso, como si al hacerlo pudiera contener todo lo que provocaba dentro de mí. No voy a dejar que esto me afecte. Me repetí en silencio, como un mantra.
Apenas crucé la puerta, el aire fresco de la noche rozó mi piel desnuda, provocando un leve estremecimiento. Frente a mí, Leonardo esperaba apoyado contra el au