**ANDREA**
El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla fue lo primero que percibí al despertar, un murmullo constante y rítmico que parecía mecer mis pensamientos. Entreabrí los ojos, sintiendo la ligereza en el aire, la frescura que se colaba por el balcón abierto, impregnada de sal y brisa marina.
Me acomodé sobre la cama, alargando la sensación de quietud. La tela suave de las sábanas contrastaba con el aire fresco que acariciaba mi piel, trayendo consigo el aroma del océano. Me estiré despacio, disfrutando el momento, permitiéndome esa tregua antes de enfrentar el día.
Finalmente, con algo de pereza, me incorporé y caminé descalza hasta el balcón. El suelo frío bajo mis pies despertó un escalofrío placentero, mientras la inmensidad del mar se desplegaba ante mí. La línea del horizonte se fundía con el cielo, teñido de tonos dorados y naranjas por los primeros rayos del sol. Cerré los ojos por un instante, inhalando profundamente, dejando que esa serenidad me llene por