Mundo de ficçãoIniciar sessãoAndrea Rojas ha sido la esposa invisible de Santiago Benavides durante tres años, sin que él sospeche que ella es la niña que lo salvó de ahogarse en su infancia, la misma que ha buscado toda su vida. Todo cambia cuando Valeria se hace pasar por esa niña, y Santiago, engañado, pide el divorcio. Mientras los tramites van en proceso, ellos se enfrentan como rivales en el mundo empresarial, y Santiago comienza a descubrir la verdadera Andrea, despertando sentimientos que creía imposibles. Justo cuando descubre todo y decide luchar por ella, el destino juega su mejor carta. ¿Será capaz Santiago de recuperar el amor de Andrea, o será demasiado tarde?
Ler mais**SANTIAGO**Meses DespuésEl sueño es tan vívido que por un momento olvido que estoy dormido.Estoy de pie en medio de un campo abierto. La brisa es suave, acaricia mi rostro como si fuera una caricia conocida. El cielo tiene ese tono dorado, ese matiz exacto de los atardeceres que a Andrea le roban suspiros… cálido, nostálgico, lleno de promesas no dichas. Todo está en silencio, hasta que escucho algo. Una risa.Giro lentamente, guiado por el sonido, con el corazón latiéndome en el pecho de una forma que no logro explicar. Y entonces lo veo.A lo lejos, recortado contra la luz del sol, hay un niño. No debe tener más de seis años. Viste una camisa blanca, y unos pantalones cortos color arena que le rozan las rodillas. Está descalzo. La hierba le roza los tobillos mientras se acerca. Su cabello es castaño, ligeramente ondulado, revuelto, rebelde… igual que el de Andrea y se frota los ojos, con ese gesto adorable.Dios mío. Sus ojos… Son como los míos.El niño se acerca con pasos firme
**ANDREA**Después de la boda vino nuestra luna de miel.Y no quise que fuera cualquier lugar. Quería algo más que un destino bonito en las fotos o un resort con pétalos en la cama. Quería que significara algo para nosotros. Así que le dije a Santiago que quería volver a París.No fue una decisión al azar. París fue donde comencé a entender que el amor verdadero no siempre es perfecto. Y ahora, con una nueva vida creciendo dentro de mí, sentía que era el lugar ideal para comenzar este nuevo capítulo.Santiago no lo dudó ni un segundo. Me abrazó, me besó la frente, y me prometió que París esta vez no nos vería llorar, sino reír.Apenas salimos del aeropuerto, un aire distinto me envolvió. Tomamos un taxi, y durante el trayecto, no podía dejar de mirar por la ventana como si fuera una niña descubriendo el mundo por primera vez. Las calles, los cafés, los balcones florecidos… todo me parecía sacado de una postal viva.Cuando bajamos del taxi, Santiago me tomó de la mano. Sus dedos se ent
**SANTIAGO**Un mes después.Estoy aquí, en el altar, con las manos ligeramente temblorosas y el corazón latiendo con una intensidad que me retumba en los oídos. Las flores blancas, las luces cálidas, los bancos repletos de personas que han sido testigos de nuestra historia… todo es perfecto. Pero nada se compara al momento que estoy a punto de vivir.Mi respiración se corta cuando el coordinador de la ceremonia dice, con voz firme:—Aquí entra la novia.Y entonces, el tiempo se rinde. Todo se suspende. La veo.Andrea camina hacia mí como si el mundo entero se hubiera detenido solo para admirarla, como si incluso el aire se hiciera a un lado para no interrumpir su paso. Su vestido cae sobre su cuerpo con una elegancia imposible de describir, revelando apenas la suave curva de su vientre que ya comienza a notarse, ese pequeño milagro que llevamos dentro. Cada paso que da parece extraído de un sueño que alguna vez creí imposible. El velo se desliza con suavidad detrás de ella, el ramo r
**ANDREA**—Nos vamos al hospital —dice Santiago con ese tono que no deja espacio para protestas, con esa autoridad que mezcla preocupación y firmeza, como si necesitara sentirse útil en medio de mi debilidad.No tengo fuerzas para discutir. Apenas asiento, y en cuestión de minutos, ya me lleva envuelta en una manta, como si pudiera protegerme del frío que se me ha instalado dentro del cuerpo. Afuera, la ciudad parece lejana, desdibujada por el vidrio empañado del auto. Las luces parpadean y se alargan como si el mundo girara más lento solo para aumentar mi ansiedad.Santiago conduce con una mano en el volante y la otra sobre mi muslo, presionando con ternura, como si eso bastara para sostenerme. Lo veo tragar saliva una y otra vez, con el ceño fruncido y los nudillos blancos por la fuerza con la que sostiene el volante.—Aguanta un poco más, amor. Ya casi llegamos —me dice sin apartar la vista del camino, pero su voz tiembla ligeramente. Eso me asusta más que cualquier síntoma.Cuand
—Andrea… ¿qué crees que me esté ocultando?Lo miro detenidamente, y por primera vez en mucho tiempo, veo algo distinto en él. Es duda, vulnerabilidad.Me acerco un poco más, sin perder la sonrisa. Le doy un suave golpe en el brazo, uno de esos gestos que usamos cuando queremos romper la tensión sin decir demasiado.—Tranquilo —le digo, con voz serena—. Lo sabremos cuando venga… para el día de mi boda.Sus ojos se levantan de inmediato, como si mis palabras hubieran sido un disparo directo a su atención. La sorpresa se instala en su rostro de forma instantánea. Sus cejas se alzan y sus labios se entreabren, incrédulos, como si acabara de escuchar algo imposible.—¿Te vas a casar otra vez?Asiento con una sonrisa que no puedo ocultar. Hay algo especial en este instante, algo que se siente liviano… reparador.—Nos vamos a casar de nuevo —digo, dejando que las palabras salgan con la emoción justa, sin adornos—. Esta vez como merecemos, sin mentiras, sin escondidas… con todos los que quere
**ANDREA**Es que la noche… aún no ha terminado.Santiago me mira con una mezcla de ternura y deseo. Su frente toca la mía, y nuestras respiraciones se mezclan como si fueran una sola.—Ven —me susurra con la voz baja, ronca, cargada de intención.Sus dedos entrelazan los míos, y me guía por el sendero de luces que se extiende más allá del claro donde me pidió que fuera su esposa otra vez. Mis pasos tiemblan, es como si el corazón no pudiera seguir el ritmo de tanto amor acumulado, tanto deseo contenido, tanta esperanza renovada.Frente a nosotros aparece una pequeña casa de madera, escondida entre árboles altos y sombras suaves. La puerta está abierta, como invitándonos a cruzar un umbral invisible.Adentro, la decoración es cálida, íntima, de esas que invitan a quedarse. Una chimenea encendida lanza destellos anaranjados que danzan sobre las paredes. Hay una alfombra tejida a mano frente al fuego y un lecho amplio cubierto por sábanas blancas que parecen prometer descanso… o tentaci
Último capítulo