**ANDREA**
Es que la noche… aún no ha terminado.
Santiago me mira con una mezcla de ternura y deseo. Su frente toca la mía, y nuestras respiraciones se mezclan como si fueran una sola.
—Ven —me susurra con la voz baja, ronca, cargada de intención.
Sus dedos entrelazan los míos, y me guía por el sendero de luces que se extiende más allá del claro donde me pidió que fuera su esposa otra vez. Mis pasos tiemblan, es como si el corazón no pudiera seguir el ritmo de tanto amor acumulado, tanto deseo contenido, tanta esperanza renovada.
Frente a nosotros aparece una pequeña casa de madera, escondida entre árboles altos y sombras suaves. La puerta está abierta, como invitándonos a cruzar un umbral invisible.
Adentro, la decoración es cálida, íntima, de esas que invitan a quedarse. Una chimenea encendida lanza destellos anaranjados que danzan sobre las paredes. Hay una alfombra tejida a mano frente al fuego y un lecho amplio cubierto por sábanas blancas que parecen prometer descanso… o tentaci