**ANDREA**
"Se fue sin despedirse."
Esa frase no deja de repetirse dentro de mi cabeza, como un eco sordo que golpea, una y otra vez, las paredes de mi pecho. No importa cuánto intente respirar, no hay oxígeno suficiente para calmar esta presión que me oprime el alma.
Estoy recostada contra una de las frías paredes del hospital, con la espalda rígida y el corazón hecho un nudo que no encuentro forma de desatar. La noticia de su partida ha sido un disparo seco, certero, justo en el centro del pecho.
Santiago…
—¿Por qué? —murmuro, esta vez en voz alta, aunque sé que nadie va a responder. La palabra se me escapa rota, herida, y se estrella contra el silencio del pasillo.
La tristeza me sube por la garganta como un trago espeso y amargo que no puedo tragar ni escupir.
Y justo cuando siento que voy a caer, que las piernas ya no me sostienen, aparece Gracia.
Tiene la melena revuelta, como si hubiera salido corriendo apenas escuchó la noticia, y los ojos llenos de una preocupación que me atr