Una joven treintañera se durmió leyendo "Dominando al gran Ashal” y de pronto despertó frente a Ashal, el imponente protagonista masculino de la historia, justo en el momento en que éste la aceptaba como su esposa. Cuando se percató de que había reencarnado en la delicada y débil Adeline, comenzó a temer por su vida, ya que en la historia original el brusco hombre torturó a la verdadera protagonista con su promiscuidad. Sin embargo, en su noche de bodas, Ashal se durmió sin siquiera tocarla y esto contrarió a la nueva Adeline, que a partir de ese momento buscará una forma de consumar su matrimonio como dé a lugar o de lo contrario podría perder su lugar como emperatriz.
Leer más—Y por el poder que me confiere el imperio Mont Risto, los declaro marido y mujer.
Cuando escuchó esto, Adeline parpadeó aturdida. Antes de preguntarse qué acababa de pasar, se estremeció al encontrarse cara a cara con el imponente Ashal Dunesque.
«¿Qué m****a? ¿Esto es un sueño? ¿Cómo es que estoy aquí?», se preguntó mentalmente, pero antes de poder hablar, el fornido hombre se acercó para “consumar” la unión con un beso gentil.
Adeline se congeló ante este repentino gesto y volvió en sí cuando el juez dijo de repente:
—Bien, celebremos por este nuevo matrimonio.
En ese momento los presentes estallaron de júbilo, lo que sorprendió bastante a Adeline, que seguía perturbada con lo que estaba pasando frente a ella.
«¡Un momento! ¿Acaso esto no lo vi antes en... una novela?», pensó y al instante vinieron a su mente recuerdos de su pasado.
Ella era una mujer treintañera, de nombre Mercy Brown, que trabajaba como editora de un periódico. Debido a que todo su tiempo era consumido por la compañía editorial, difícilmente tenía citas y la única forma de desahogar su frustración sexual era leyendo ebooks +18 y +20. Antes de “despertar” en esa situación extraña, Mercy se encontraba leyendo “Dominando al gran Ashal”, cuyo protagonista era Ashal, un tirano que tenía un deseo insaciable por su esposa de nombre Adeline.
—Hace un momento estaba durmiendo, ¿cómo carajos llegué aquí? —murmuró “Adeline”.
—¿Dijiste algo? —preguntó Ashal con curiosidad.
La voz ronca de ese hombre estremeció a la frágil mujer, que respondió nerviosamente:
—¿Eh? Solo estoy sorprendida al ver tanto entusiasmo por nuestra boda.
La expresión de Ashal se mantuvo estoica, lo que inquietó a la joven, quien se sentía ansiosa por no tener idea de lo que pasaba por la mente de ese ninfómano hombre.
—Me alegra que te guste el recibimiento. Le pagué bien a los soldados para que te den un recibimiento cálido —respondió con seriedad.
Sorprendida por el descaro de ese hombre, Adeline comentó irónicamente.
—¡Oh! Definitivamente, están desquitando su sueldo.
—No lo dudo. Realmente odiaría saber que te sientes incómoda por culpa de mi gente —añadió el hombre, cuyo rostro se volvió sombrío drásticamente.
«¿Qué le pasa a este sujeto? Es realmente aterrador como en la novela», pensó Adeline, que inmediatamente señaló con nerviosismo.
—No deberías forzar a los demás para que me aprecien.
Ashal le lanzó una mirada fría y dijo repentinamente.
—¿Quieres seguir con la ceremonia? Si te sientes cansada, podemos irnos pronto.
Cuando mencionó esto, la delicada novia sintió escalofríos e inmediatamente recordó la escena de la novela en la que el descarado Ashal arrastró a la protagonista al lecho nupcial luego de decir sus votos, solo para consumar el matrimonio bruscamente. En esa ocasión, ella había odiado al tirano por haber lastimado a la inocente Adeline, pero “lo pasó” debido a que el autor había descrito perfectamente los preciosos abdominales que el protagonista tenía.
Ansiosa por el destino que le deparaba, inmediatamente rechazó con condescendencia.
—¿Eh? ¿No te gustaría comer algo antes de marcharnos? Estoy segura de que los cocineros trabajaron mucho para preparar un banquete en nuestro honor...
Adeline se tragó sus palabras al ver que Ashal lucía bastante molesto e inmediatamente pensó que estaba condenada a sufrir una tortura en la cama. No obstante, el rostro del tipo rudo se suavizó y respondió con dulzura.
—Está bien, vamos a comer. Realmente tengo hambre.
«¿Cómo? ¿Él cambió de opinión rápidamente? En la novela, Ashal no es así», pensó confundida, pero luego se alegró de que él reconsiderara las cosas, así que añadió gustosa.
—¡Excelente! Estoy ansiosa por probar las viandas que nos prepararon.
Después de esto, Ashal comenzó a caminar con orgullo, llevando del brazo a Adeline, quien avanzaba nerviosamente por el pasillo. Mientras pasaban, los soldados y súbditos continuaban lanzando vivas por el nuevo enlace, lo cual conmovió a la joven, que empezó a saludarlos con un delicado ademán, imitando a las “Miss Universo” que había visto en su anterior vida.
Este gesto sorprendió bastante a los presentes y a su esposo, ya que no esperaban que ella se manifestara de esa forma. Confundida, bajó la mano y preguntó con inquietud.
—¿Qué sucede? ¿Hice algo malo?
Ashal sonrió con dulzura y, tras darle un tierno beso en la frente, respondió:
—Tranquila, no es nada malo. En realidad es la primera vez que una emperatriz se atreve a manifestar su deseo de ser parte de nosotros.
—¿Cómo?
—Sí, tu gesto significó mucho para ellos y mira, están más felices que antes —señaló.
Justo en ese momento las ovaciones se intensificaron, lo que abrumó bastante a la joven recién casada. Después de esto continuaron su camino hacia el salón donde se realizaba la recepción, Adeline se sorprendió con la magnífica decoración que tenía enfrente.
«¡Wow! No esperaba que los sirvientes se hubieran esmerado en la fiesta. Lástima que la Adeline original no pudo disfrutarlo», pensó con amargura.
—Tenías razón, mi gente trabajó muy duro para armar esto. Me alegra haberte hecho caso —comentó Ashal con entusiasmo.
Esto hizo que Adeline volviera en sí y se atreviera a opinar.
—¿Eh? De donde vengo, luego de la ceremonia, se acostumbra que los recién casados convivan con sus invitados, así que me alegra mucho estar aquí ahora.
—¿En serio?
—Sí —respondió Adeline con confianza, aunque en el fondo deseaba alargar el tiempo antes de terminar atrapada en la misma habitación con ese peligroso hombre.
Después de que tomaron asiento, Adeline se enfocó en comer bastante para sentir pesadez y usarlo como pretexto para rechazar cualquier proposición indecorosa de su “nuevo marido”. De vez en cuando lanzaba una mirada furtiva al hombre que tenía a un lado, pero este parecía bastante tranquilo, hecho que la dejó bastante perturbada.
«¿Qué pasa con este hombre? Actúa completamente distinto a como lo describen en la novela, ¿será que mi intromisión cambió la historia original? Si así fuera, ¿este nuevo Ashal será menos ninfómano? Aunque jamás imaginé que iba a fornicar con un personaje ficticio, supongo que esto será mucho mejor que estimularme sola. Solo espero poder soportar su insaciable deseo», reflexionó ansiosa con la idea de que finalmente rompería con la “sequía”.
Mientras pensaba en cómo sería ese candente momento, Ashal dijo repentinamente.
—¿Te gusta la comida?
—¿Eh? —reaccionó aturdida—. Sí, está muy rica.
—Me alegra, realmente quería que te sintieras cómoda con nosotros. Lamento mucho que tu familia no haya podido venir para celebrar nuestra boda—añadió el robusto hombre condescendientemente.
«¿Cómo? ¿Siente pena por mí? ¡Vaya! Esto no me lo esperaba. Aunque, me da igual que esa gente que dice ser mi familia no esté aquí. Según recuerdo, en la historia original, los Laval vendieron a la hija menos apreciada, para así pagar la deuda política que tenían con Ashal. Cuando leí eso, sentí mucha pena por la protagonista, porque me parecía injusto que siempre la menospreciaban por ser una bastarda», rememoró Adeline e inmediatamente respondió con resentimiento:
—Pierde cuidado, ellos técnicamente me regalaron, así que no les importa mucho estar aquí.
Este comentario sorprendió bastante al rudo hombre, que cuestionó, intrigado.
—¿De qué hablas? Tu familia me dijo que eras su hija más preciada.
Adeline lo miró con ironía y contestó:
—¿Sabes que eres temido por todos? Los Laval no eran la excepción, pero como no querían ser víctimas de tu tiranía, prefirieron regalar a la niña bastarda, para así dejar que “su preciosa” heredera se case con alguien adecuado a sus intereses.
Ashal estaba perturbado con esta declaración, que tardó un rato en asimilarla. En tanto, Adeline notó que su marido lucía bastante sombrío y de inmediato se retractó.
—¡Ey! No me creas, solo estaba bromeando.
—Lo sé —dijo repentinamente Ashal, que tomó sus manos y añadió con dulzura—. Y por eso prometo que siempre cuidaré de ti.
La joven estaba perturbada con esta declaración, que apenas balbuceó.
—Gra... Gracias...
El tierno momento fue interrumpido por el mayordomo, cuya expresión severa causó escalofríos en Adeline.
—Señor, los invitados están esperando el brindis.
—Bien, ¿ya todos tienen sus copas?
—Sí.
—¡Excelente! —tras decir esto se levantó de golpe y llamó a los presentes golpeando delicadamente la copa—. Atención, por favor.
Inmediatamente, todos dejaron de comer y dirigieron su vista hacia el imponente hombre. Ante esto, Ashal comenzó a dar su discurso:
—Buenas noches a todos. Es un honor para mí contar con su presencia en este momento tan importante de mi vida, porque finalmente pude unir mi vida con la mujer que tanto había esperado, Adeline...
—¡Un momento!
Una voz retumbó en toda la habitación, tomando por sorpresa a los presentes.
*Esta historia se desarrolla en la misma línea temporal de la trama original. Espero que lo disfruten.Un año después de que Gérard Bunger asumiera el cargo de presidente de la república de Mont Risto, Damien se encontraba leyendo unos documentos en su despacho, cuando escuchó que sonaba su teléfono. Frustrado por no continuar con lo que estaba haciendo, dejó a un lado las hojas y tomó la bocina. —¿Quién habla? —respondió con voz ronca. Al otro lado de la línea contestó un agente. —Señor, soy Gil. Le hablo para informarle que la señorita acaba de entrar a un restaurante y se encontró con un hombre. Es la primera vez que la veo con esa persona. Al escuchar esto, Damien apretó los dientes y preguntó, en un tono molesto. —¿Cómo es ese hombre? —Mmm… Por lo que veo, es un sujeto alto, de tez morena y viste ropas elegantes. ¡Oh! Ese hombre está sosteniendo la mano de la señorita, parece que son muy cercanos. El imaginar que otra persona estuviera seduciendo a Azabach irritó bastante a
*Esta es una historia que forma parte de la trama original. Estos personajes son mis favoritos y quería darles un final apropiado.Hina miraba distraída la ventana del automóvil, sintiéndose nostálgica al encontrarse de nuevo en lo que tiempo atrás había sido su hogar. Conforme avanzaba por las tumultuosas calles de la capital de Mont Risto, le asombraba ver la cantidad de vehículos y personas circulando por todas partes, teniendo como escenario los edificios en remodelación. «¡Ah! Recuerdo que en ese lugar había una hermosa cafetería, donde podía comer un delicioso pastel red velvet de la condesa Maddel. ¡Lástima! Ahora es un edificio en ruinas. Difícilmente encontraré a otro pastelero que haga un postre igual a ese», pensó distraída. El vehículo avanzó hasta el antiguo palacio imperial, que ahora era sede temporal del gobierno actual. Cuando se encontró ahí, miró con detenimiento el imponente edificio, el cual permanecía intacto frente a la mayoría de inmuebles que habían sufrido d
*Esto es un spin-off. Pueden tomarlo como parte de línea temporal de la novela o una historia aparte. —¡Mercy! ¡Mercy! ¡Despierta! La voz agitada de su compañera hizo que la delicada joven volviera a la realidad de golpe, sintiendo que había tenido un sueño muy largo. Aturdida, preguntó: —¿Qué pasó? —¡Eso digo! ¿Qué pasó? Llevas bastante rato dormida. Afortunadamente, Deborah no ha salido de su oficina, porque, sino, te habría despedido. Ya sabes, se enoja por todo y por nada —mencionó Amanda, una joven morocha de ojos grandes. Como aún estaba confundida, Mercy bajó la mirada y notó que en su teléfono se mostraba la última página del ebook que estaba leyendo. —Mmm… ¿Es el fin de la historia? —murmuró, al notar que el cursor no avanzaba más. Amanda miró de reojo el escritorio de su compañera y, al ver lo que mostraba la pantalla del móvil, preguntó con curiosidad. —¿Qué estabas leyendo? ¿Eh? Avergonzada, Mercy apagó la pantalla y respondió vagamente: —¿Ah? Nada interesante… j
Ashal no era consciente de que se encontraba hablando con la Deidad Suprema, hasta que despertó de su ensoñación y miró a su alrededor con extrañeza. «¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué siento que perdí la noción del tiempo?», pensó. En ese momento, la puerta de la habitación de Adeline se abrió y la matrona salió. —Ya puede entrar, señor Ashal. —¿Adeline sigue dormida? —preguntó, ansioso. —Sí, el doctor ya la revisó y comprobó que se encuentra bien. En un rato debe despertar, ya que ahora mismo la señora está agotada. —¡Ah! Bien, gracias. Ashal entró rápidamente a la habitación y se acercó al lecho, para tomar la mano de su esposa. Tras besarla delicadamente, suplicó con suma desesperación. —Adi, no tardes en despertar, por favor. A su vez, el doctor se acercó y, con una expresión serena, señaló: —Señor, pierda cuidado, su esposa está agotada físicamente y despertará en cualquier momento, por ello ordené alimentos sustanciosos que le ayuden a recuperar las fuerzas. Por otro lado,
En los meses siguientes, Mont Risto tuvo sus primeras campañas presidenciales, en las que se postularon dos candidatos: Fernand Laval, por el partido conservador, y Gérard Bunger, por el partido democrático. En un principio, ambos candidatos no tuvieron gran aceptación entre los votantes, pero conforme pasaba el tiempo, los ánimos incrementaban y las tendencias estaban demasiado parejas, con una leve preferencia por el candidato conservador. No obstante, en semanas previas a la elección presidencial, Lionel Laval reveló, en entrevista a un medio de comunicación de mayor difusión en Mont Risto, que él y su hermana Adeline habían sido víctimas del maltrato de su padre. Asimismo, dio pruebas de sus actos de corrupción y sus planes para derrocar el régimen de Ashal, lo que se volvió un escándalo en toda la sociedad. Tal revelación aplastó la popularidad del aspirante presidencial, que aunado a su reacción iracunda contra su hijo, provocó que perdiera la elección frente a Gérard Bunger,
—Jurado, ¿cómo declaran al acusado? El silencio reinó en sala. Todos los ojos estaban puestos en la mujer que tenía la responsabilidad de revelar el veredicto. Tal atención abrumó a la jurado, que los nervios congelaron los músculos de su garganta, aumentando la expectativa de los presentes. —¿Y bien? —intervino el juez, mirando fijamente a la nerviosa joven. —Yo… lo siento… Bueno, este jurado decidió que el acusado es culpable de todos los crímenes que se le señalan. De nuevo, las miradas cayeron en Adolf Dunesque, quien mantuvo su expresión imperturbable. Por su parte, Gérard respiró de alivio al escuchar el veredicto del jurado, pero luego sintió nerviosismo cuando dirigió su mirada hacia el acusado, quien lucía bastante tranquilo a pesar de que el resultado era desfavorable para él. «¿Acaso no piensa manifestarse? Desde que comenzaron las audiencias, Adolf es el único acusado que ha preferido guardar silencio y no ser representado legalmente, ¿será que tiene un plan oculto par
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