El ambiente en la sala de espera era tenso, cargado de incertidumbre y ansiedad. Alicia estaba sentada junto a Amatista, sujetando su mano con una calidez que buscaba calmarla. Aunque intentaba mantenerse fuerte, la preocupación por el estado crítico de Enzo no dejaba de reflejarse en los ojos de Amatista, quien instintivamente acariciaba su vientre, ahora prominente por su embarazo de cinco meses.
Emilio, Paolo, Mateo y Massimo estaban de pie en diferentes puntos de la sala, intercambiando miradas de preocupación. Aunque no eran hombres fácilmente impresionables, la situación había logrado descolocarlos. Enzo, el implacable líder que nunca perdía el control, ahora luchaba por su vida, y no podían evitar sentirse vulnerables.
Rita, en cambio, parecía una olla a presión a punto de estallar. Su incomodidad era evidente, y no dejaba de lanzar miradas llenas de odio hacia Amatista. Finalmente, rompió el silencio de forma abrupta.
—Esto es tu culpa —declaró con un tono cargado de resentimi