La velada en el salón había llegado a su fin. Tras el inolvidable momento compartido en el piano, Amatista y Enzo decidieron que era hora de retirarse. Se despidieron de los presentes con la misma elegancia que los caracterizaba, pero no sin antes recibir miradas cargadas de curiosidad y envidia de algunos de los asistentes. Amatista tomó la mano de Enzo mientras se dirigían al estacionamiento, su sonrisa reflejando el bienestar que sentía estando a su lado.
El trayecto en el auto hacia la mansión Bourth estuvo lleno de pequeños gestos que solo fortalecían su conexión. Amatista, juguetona, comenzó a acariciar el brazo de Enzo mientras él conducía. Su mano, ligera y provocadora, recorría lentamente desde su muñeca hasta el hombro, deteniéndose ocasionalmente para presionar suavemente con las uñas.
—Gatita, si sigues así, vamos a terminar estacionados en cualquier lugar menos en la mansión —bromeó Enzo con un tono divertido, aunque sus labios formaban una sonrisa que delataba cuánto dis