La semana transcurrió entre papeles y más papeles. Enzo y Amatista se habían sumergido completamente en los archivos, buscando cualquier pista que pudiera explicar la extraña situación en la que se encontraban. Pero, hasta ese momento, todo parecía un mar de documentos sin sentido, con ningún indicio claro de lo que Diego pudiera estar tramando. Aunque aún les quedaban montones de archivos por revisar, la fatiga comenzaba a calar en sus cuerpos.
A esa hora de la tarde, ambos estaban exhaustos. El sol se había ocultado y la habitación se había enfriado, mientras ellos descansaban en los sillones del club, buscando un poco de alivio para su mente sobrecargada. Los socios que aún quedaban en el club, Alan, Joel, Facundo y Andrés, también se habían quedado para seguir trabajando, aunque, como dijeron con descaro, el resto ya no estaba en peligro. Decidieron ofrecerse para revisar los archivos, aunque, en realidad, ninguno sabía exactamente lo que estaban buscando.
Enzo dejó escapar un sus