Las risas volvieron a llenar la sala después de las bromas sobre Enzo y su “suerte” con Amatista. La tensión de los días anteriores parecía disiparse en el aire, y por primera vez en mucho tiempo, la atmósfera no estaba cargada de estrategias o amenazas veladas.
—Vaya, Bourth —comentó Facundo con una sonrisa burlona—. No pensé que llegaríamos a ver el día en que serías el hombre rescatado en la historia.
—Sí, siempre fuiste el que jodía a los demás —añadió Eugenio, negando con la cabeza—. Y ahora resulta que nuestra querida Amatista fue la que te salvó el pellejo.
Amatista se acomodó mejor en el regazo de Enzo y arqueó una ceja con diversión.
—Bueno, alguien tenía que hacerlo. No podía dejar que lo mataran, ¿no?
—No, claro que no —dijo Mateo, apoyando el codo en el respaldo del sillón—. ¿Cómo nos divertiríamos sin sus amenazas y su cara de perro rabioso?
Las carcajadas estallaron, incluso Enzo esbozó una sonrisa breve antes de sacudir la cabeza.
—Parece que todos están demasiado cómod