La mañana amaneció con un cielo despejado y una suave brisa que auguraba un día perfecto. Amatista despertó junto a Enzo, entrelazados como si el mundo no existiera más allá de ellos. Habían pasado la noche juntos en la gran cama de la finca, pero ahora un nuevo escenario esperaba: el club de golf.
Amatista vestía una camiseta de mangas cortas ceñida al cuerpo que dejaba un pequeño espacio al descubierto en su cintura, y una falda de tenis que le daba un aire juvenil y fresco. Enzo, por su parte, lucía impecable con un polo blanco y pantalones beige que marcaban su porte elegante y su dominio natural sobre cualquier situación. Era la primera vez que Amatista visitaba un lugar como ese, y la emoción y curiosidad brillaban en sus ojos mientras se acomodaba junto a él en el auto.
El club ya bullía de actividad cuando llegaron. El césped era tan perfecto que parecía una alfombra, y el murmullo de risas y conversaciones daba vida al entorno. A pesar de la cantidad de personas, la presencia