Sus palabras fueron más que suficientes para que los labios de Aleckey cubrieran los suyos. El alfa se movió para colocarse sobre ella, haciéndola prisionera de su calor. La lengua hábil del rey se coló en su boca cuando un bajo gemido escapó de su luna.
—Es tan exquisita —ronroneó Ebert.
Las manos del alfa recorrieron su cuerpo hasta llegar al borde del vestido de tirantes que Calia usaba para dormir. Se separó de ella para deshacerse de la tela de seda. Las mejillas de la joven se volvieron más rojizas al quedar sus pechos al descubierto.
—Son preciosos —aseguró antes de volver a besarla.
Los labios de Aleckey se deslizaron por su barbilla, mordisqueándola antes de seguir bajando hasta su marca, la cual lamió. Un gemido escapó de la boca de Calia, quien se removió al sentir la erección caliente del rey contra su vientre. Cuando el alfa tuvo suficiente, descendió hasta los pezones rosados de su luna y capturó uno con su boca.
—Ale… —gimió ella, enterrando los dedos en el cabello roji