Calia se encontraba sentada frente al tocador, con la vista perdida en el reflejo de su rostro en el espejo. Su piel aún tenía un leve sonrojo, y la marca todavía ardía en su cuello después de todas las veces que Aleckey volvió a marcarla. Sabía lo que significaba. Sabía lo que su cuerpo comenzaba a aceptar, pero su mente seguía resistiéndose, él era el asesino de sus padres, pensaba ella con mucho enojo.
Luz, su sirvienta, acomodaba las pieles de la cama con movimientos suaves y silenciosos. Calia la observó por el reflejo del espejo. Luz era delgada, de cabello castaño claro y expresión serena, aunque había aprendido a mantenerse cautelosa en un castillo lleno de lobos. Ella se movía con destreza, por lo que, la monja se preguntaba cuánto tiempo tenía esa chica viviendo en la manada.
—Luna —dijo Luz con suavidad, acercándose. Ella era la primera que la llamaba luna y no "mi señora". Calia se lo atribuyó a que esta era humana—. ¿Se siente bien?
Calia mantuvo su expresión impasible an