Capítulo 78. El silencio que no dijo nada
Ginevra permaneció un momento más parada ahí, a medio metro de la puerta, como si necesitara reacomodarse por dentro antes de moverse por fuera.
—Voy a buscarte agua —dijo al fin, con la voz casi normal.
Fue hacia la cocina con esa precisión suya… solo que esta vez la precisión la traicionaba. Porque no dudó ni un segundo en abrir el cajón donde guardaba los vasos, ni en sacar el bueno, el de vidrio grueso que siempre usaba cuando tenía visita.
No buscó, no tanteó, no preguntó.
Y yo… bueno, yo la vi darse cuenta de que se había delatado otra vez.
Se quedó congelada un instante con el vaso en la mano y su mandíbula se tensó apenas.
Respiró por la nariz, como si dijera qué más da, ya está.
Me acerqué un poco al mesón, lento, porque la costilla gritaba más que yo.
—Puedes sentarte —dije.
—Estoy bien —respondió, casi defensiva.
Pero no estaba bien. No estaba ni tranquila, ni estable.
Tenía ese temblor minúsculo en el pulgar que solo aparecía cuando algo la sacaba de su eje.
Dejó el vaso e