Capítulo 74. G. Valentini
El silencio se instaló entre nosotros, suave, cargado, incómodo y cómodo al mismo tiempo. La clase de silencio que solo compartes con alguien que podría arruinarte la vida y aun así no te levantarías para irte.
Ella volvió a su silla, cruzó una pierna sobre la otra y empezó a revolver el café con el palito mezclador que no necesitaba mezclar nada. Era solo… nervios disfrazados. Y Ginevra Valentini rara vez se permitía estar nerviosa.
—Bueno —dijo finalmente, recuperando un poco de su postura de jefa feroz—. Ya estás vivo y respirando. Mi misión ha sido cumplida.
—Tu misión —repetí— fue evitar un almuerzo familiar.
—Tres pájaros, una piedra —corregió ella—. Te cuidé, escapé de mis madres y quedé como una santa ante mi Nona.
—Tú. ¿Santa? —arqueé una ceja—. ¿En qué universo paralelo?
—En el que tú no hablas —replicó con una sonrisa satisfecha.
Me reí, aunque dolía. Todo dolía, pero con ella dolía… mejor.
Ginevra entrelazó los dedos sobre su regazo, mirando hacia la ventana un segundo, co