Capítulo 75. El gemido que no quiso dar
No sé qué esperaba que hiciera cuando la atraje.
Quizá que retrocediera. Quizá que fingiera indiferencia.
Quizá una de esas sonrisas arrogantes que usaba como armadura.
Lo que no esperaba, lo que no podría haber anticipado ni en el mejor de mis delirios febriles, fue el sonido.
Apenas mis labios tocaron los suyos, ella gimió.
Suave y cortito.
Ahogado contra mi boca, como si hubiera intentado tragárselo a último momento… y no hubiera llegado a tiempo.
Y yo. Yo casi me muero. Otra vez.
No fue un beso delicado. Ninguno de los dos estaba en ese estado.
Fue urgente. Crudo. Una mezcla de “no deberíamos” con “hazlo otra vez”.
Ella hundió los dedos en la sábana, como si necesitara sujetarse de algo para no caer en mí por completo. Y ese detalle, esa necesidad física de sostenerse, me incendió la sangre.
Cuando me separé apenas para respirar, vi a Ginevra.
La mujer que podía entrar a un hospital sin pasar por recepción, intimidar a cuatro departamentos en una reunión, diseñar alas enteras de e