Capítulo 58. Ella tampoco sabía estar lejos
Eran casi las once cuando sonó el timbre.
Al principio pensé que lo estaba imaginando, porque nadie toca el timbre a esa hora.
Me quedé quieto, mirando la puerta como si fuera una amenaza.
Al segundo timbrazo me acerqué despacio, con esa mezcla de nervios y cansancio que deja el silencio.
Cuando abrí la puerta, ahí estaba Ginevra Valentini.
Impecable, contenida, con ese abrigo oscuro que parecía una armadura y los ojos encendidos como si hubiera cruzado la ciudad solo para pelear.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, apenas un susurro.
—Podrías responder tú primero —dijo ella, sin moverse—. ¿Qué significa eso de reposo por agotamiento laboral y cuadro de ansiedad leve?
Sentí el golpe de su voz directo en el pecho.
Así que lo había leído.
Por supuesto que lo había leído.
—¿Te parece normal mandar eso a recursos humanos? —siguió, avanzando un paso sin esperar invitación—. ¿Desde cuándo te das licencias médicas solo porque no quieres ir a trabajar?
—Desde que mi jefa confunde el trabajo